viernes, 13 de enero de 2017

¡Ay si yo hubiera sabido!


Esa fue la frase con la cual una paciente mía cerró la terrible historia que me estaba contado, la escuché cuando era médica general, a pesar que han pasado más de 10 años recuerdo todo cuanto me dijo pero sobretodo recuerdo el dolor, la culpa y el terrible miedo de ver repetida la historia en su pequeña hija.
"Yo tenía 10 años, bueno faltaban 7 días exactos para cumplir 11 cuando mi papá se metió en mi cama, antes de hacerlo me preguntó si me daba miedo la noche, yo le dije que si y estuve contenta de que el me acompañara, me preguntó si quería que me consintiera, el era muy duro conmigo así que se imaginará mi alegría por eso le dije que si y ahí fue donde empezó lo peor de mi vida."
Tras varios minutos de llanto, de ese llanto que se llora con todo el cuerpo, retomó.
"Me besaba los senitos, que apurado me estaban saliendo, yo sentí algo que no entendía y pensaba que era alegría el se dio cuenta y me dijo: yo sabía que te iba a gustar, entonces bajó y me dejó toda la entrepierna llena de saliva, ahí entendí que eso era algo malo."
Después de una pausa larga mirando a un pasado tan duro dijo: "al día siguiente yo quería creer que había sido una pesadilla pero el, que se iba de viaje, me dejó todo claro: 'perdóname por lo que pasó, pero yo se que te gustó también, no va a pasar más y va a ser nuestro secreto, no le cuentes a nadie y menos a tu mamá', pero doctora pasó casi todos los días y siempre me decía que era culpa de los dos porque a ambos nos había gustado hasta que a los catorce años fui capaz de decírselo a mami." 
Para entonces eran dos las mujeres que lloraban en aquel pequeño consultorio sin ventanas, una casi a los gritos la otra con lagrimas tercas que no alcanzaba a atrapar con sus dedos.
"Pero doctora mire, lo peor es que desde que parí no tengo vida, me muero sólo de imaginar que alguien pueda hacerle lo mismo a mi niñita, y es que mi mamá me dijo que ella temía que algo así pasara y nunca me habló claro, nunca me explicó nada, en el colegio tampoco, ¡ay si yo hubiera sabido!"
Por eso he querido compartirles este relato tan duro junto a este excelente vídeo que mi colega la doctora Yira Bernal tuvo la gentileza de mandarme ayer. Los violadores algunas veces son esos terribles monstruos furtivos que llegan de otros barrios a atacar a las niñas o a los niños que no conocen, pero casi siempre tienen cara conocida: papá, abuelo, prima, tíos, vecina, pastor, profesora, sacerdote, enfermero, niñera y debido a que no podemos estar con nuestros hijos 24 horas al día las herramientas más efectivas que tenemos para prevenir y parar los abusos son la información y la confianza.
Todos somos guardianes de la infancia así que compartan este vídeo con todas las personas que conozcan.

El vídeo hace parte de la campaña Protégeme en Guatemala, todos los créditos están al final del mismo. También les comparto el enlace al Libro.

sábado, 8 de octubre de 2016

Déjate la nariz quieta.

Imagen de pixabay.com
"Cierra la boca que no es tiempo de moscas."
"Tiene manía en la nariz"
"Acuestate boca abajo para que no ronques"

¿Cuántas veces hemos escuchado a un adulto decirle algo similar a algún niño? Hay ocasiones en que el motivo por el que consultan al pediatra es pedir remisión a psicología para que "le quiten la maña" de hurgarse la nariz, sonársela o permanecer con la boca abierta mientras mastican, otras veces durante un control de rutina cuando el pediatra al encontrar al examen físico signos de rinitis alérgica o hipertrofia de adenoideos pregunta por alguno de estos síntomas es que los padres caen en cuenta que no son "ganas de molestar" de la niña sino la manifestación de una o varias enfermedades que de no controlarse de forma adecuada pueden tener repercusiones tan serias como mayor frecuencia de  infecciones del tracto respiratorio (sinusitis, otitis, bronquitis, neumonía), alteraciones en la mordida, dificultad para conciliar el sueño, mal desempeño escolar, deformidad de los maxilares, hiperactividad entre muchas otras.

Es por eso que si el niño presenta alguno de estos síntomas es necesario consultar a su pediatra:
- Moco transparente
- Estornudos
- Ojos rojos
- Rasquiña en la nariz
- Ojeras
- Una "arruga" en los parpados inferiores
- Ronquido
- Respiración por la boca
- Resfriados frecuentes
- Sangrado nasal

Ya que es probable que la niña tenga rinitis alérgica (RA) y/o hipertrofia de adenoides (HA), y necesite tratamiento controlador con uno o varios medicamentos además del cumplimiento de una serie de recomendaciones ambientales, para así evitar complicaciones como las que ya he mencionado y en el caso de la RA buscar si hay asociación con asma, conjuntivitis o dermatitis atópica que pueden encontrarse hasta en la mitad de los niños con este diagnostico e iniciar el manejo requerido.

Así que no más palmadas cada vez que se lleva la mano a la nariz, es mejor apartarle una cita con su pediatra.




viernes, 9 de septiembre de 2016

Recétele un suplemento, por favor.

Imagen tomada de pixabay.com

Esa frase la escucho con frecuencia en mi consulta. No importan edad, estatura, peso, sexo, estrato socio-económico del paciente ni el nivel educativo de los padres, me la dicen varias veces al día, todos los días.
Cuando estudié medicina aprendí que las vitaminas y los minerales son esenciales para el correcto funcionamiento del cuerpo ya que hacen parte de importantes procesos metabólicos, por lo cual debían consumirse de forma suficiente para evitar insuficiencias o deficiencias,  pero también aprendí que con una dieta adecuada no era necesario suplirlos en forma de jarabes, tabletas, suspensiones, ni batidos.
Hoy se que una dieta completa, equilibrada, suficiente y adecuada (CESA) no es tan fácil de suministrar en algunas etapas de la vida, y varias de esas etapas las veo en mi consulta. Es muy frecuente escuchar adultos quejarse que los niños, las niñas o los adolescentes de su familia no se comen todo lo que le sirven, si partimos de la base que en el plato de comida las porciones son acordes a su edad esto significa que probablemente no esté recibiendo las cantidades necesaria de macronutrientes: carbohidratos, grasas y proteinas, pero aún aquellos que se comen todo lo que le sirven en el plato pueden sufrir de déficit de uno o varios micronutrientes: vitaminas y minerales tales como zinc, calcio, hierro.
Es por esto que entidades como el ministerio de salud en Colombia o la organización mundial de la salud han emitido una serie de guías sobre en que edades y circunstancias deben formularse los micronutrientes, aún antes que la niña presente signos o síntomas de alguna deficiencia, porque cuando estos se presentan hace rato que el niño ha venido sufriendo sus consecuencias en una etapa de la vida en que debe invertir buena parte de sus energías en crecer y desarrollarse.
Nada reemplazará una alimentación CESA, y ésta empieza a enseñarse a los hijos cuando aún están en el vientre materno, ya que a según varié la alimentación de la madre así cambiará el sabor del liquido amniótico y su bebé aprenderá a reconocer y a degustar esos sabores, tras el nacimiento esta enseñanza continúa a través de la lactancia materna que también cambiará de sabor y le ayudará a ese lactante a adherirse al tipo de alimentación que la madre come (imagínense que estos dos mecanismos no existieran y aquí en suramerica nacieran niños con deseos de comer peces de los fiordos noruegos), sigue con una adecuada alimentación complementaria que vaya aumentando la consistencia hasta lograr que al año de edad el niño pueda usar la cuchara solo y sea capaz de masticar y tragar casi todo tipo de comida (los frutos secos y cualquier otro alimento que pueda desencadenar un atragantamiento no debe comerlos hasta los 5 años de edad), y se afianza con la distintos tipos de alimentos y sus preparaciones que le presenten a la mesa y que vea comer al resto de la familia. Entonces lo primero es conseguir que el niño coma de forma independiente, que disfrute la comida porque ningún suplemento por maravilloso que se presente podrá reemplazar la elemental y ancestral necesidad de comer.
Logrado esto el pediatra definirá en que momento formular los micronutrientes que el paciente necesite según la etapa que esté atravesando.
Por eso y más es tan importante asistir a los controles pediátricos desde el nacimiento hasta la adolescencia.

jueves, 4 de agosto de 2016

¡A construir autoestima!

Imagen de pixabay.com
A los 9 años  me enteré que tenía celulitis.
Una prima llegó a mi casa procedente de la ciudad donde estudiaba la carrera en un viaje que debía llevarla hasta su pueblo a pasar vacaciones, no venía sola: la acompañaba una amiga de la universidad.
Dos muchachas grandes.
Justo el tipo de compañía que una niña que se sentía incomprendida por sus contemporáneos quería. Me senté con ellas en una esquina a oírles todos sus cuentos, hasta que algo me preguntaron y me paré a contestarles, yo llevaba un "ciclista": unos pantalones de algodón licrado similares a los que usaban los verdaderos ciclistas, entonces escuché a la amiga de mi prima decirle:
- Mírala, ya tiene celulitis.
Hasta ése día cada vez que escuchaba la palabra "ya" antecediendo algo que yo tuviera o hiciera significaba una alabanza:
Ya lee libros completos. Ya saca raíces cuadradas. Ya redacta párrafos enteros. Ya se sabe la historia de la conquista de América. Ya tiene 140 cms de estatura.
Así que ingenuamente saqué pecho, porque no sabía que era eso que ya yo tenía pero seguramente debía ser algo bueno.
Mi prima no dijo nada, la amiga siguió:
- Tan pequeñita y con esa celulitis, si ni siquiera es gorda.
Ahí empezó a torcer la puerca el rabo y yo a entender que no me estaban halagando. Mi cara debió dejarle claro que no sabía por donde iba la cosa porque se paró y con sus manos apretó mis muslos.
- ¿Si ves?
Y seguramente un montón de huequitos debieron aparecer pero la verdad fue que yo no vi nada malo, de todos modos dije que si porque no quería seguir hablando del tema, a mi pesar primero debí escuchar varias recomendaciones sobre cremas, dietas y ejercicios antes que por fin pasaran a otro tema que nada tuviera que ver conmigo.

Quienes me conocen saben que yo mido el éxito del ejercicio que hago en si hace desaparecer o no la celulitis, nada hay en mi cuerpo que yo vigile más ni que logre atormentarme como ella, a mis 32 años la tenía "casi" desterrada y yo me sentía tan plena como si lo que hubiera "casi" desterrado hubieran sido todas las enfermedades inmunoprevenibles del mundo, era incluso de las que padecía cuando alguien mostraba sus muslos o brazos ahuecados sin vergüenza alguna. A mis 36 y luego que mi cuerpo no sólo gestó sino que sigue lactando a mi hijo lo miro con otros ojos, lo miro sin evaluarlo o por lo menos sin hacerlo drasticamente, pero fíjense ustedes como esos pocos minutos marcaron tan profundamente y por tanto tiempo mi vida.

Y así vamos los adultos repartiendo inseguridad en los niños que nos rodean, cuando no es por la celulitis es por el pelo, la nariz, la boca, el color de piel, siempre imponiéndoles unos estándares absurdos en los que en la vida real no encaja nadie, ni siquiera las estrellas de la música como muy bien nos lo han demostrado la valiente Alicia Keys y sus estrías.
Procuremos siempre que la manera en que le hablemos a los niños tenga poco que ver con las formas de sus cuerpos y más con la amplitud de sus mentes y la bondad de sus corazones para que no crezcan oprimidos por la baja autoestima, todos sabemos que esa es la puerta que abre muchos infiernos
.

miércoles, 13 de julio de 2016

Y al adolescente ¿quién lo atiende?

Archivo particular.
- ¿Hasta qué edad le mandamos pacientes doctora?
Esa pregunta me la hicieron hace unos días en una entidad con la que firmé convenio de atención, y es que según la escuela o las costumbres puede encontrarse uno con que los adolescentes no son atendidos por los pediatras (hay quien atiende hasta los 12 o los 15) ni por el internista (quien empieza a atenderlos a partir de los 18 años).
Lo cierto es que donde yo me formé atendíamos pacientes desde el nacimiento hasta los 17 años 11 meses 29 días, con algunas excepciones: adolescentes con enfermedades crónicas que al cumplir la mayoría de edad se negaban a cambiar de médico.
Al ser la pediatría una especialidad que abarca un rango de edades tan amplios puede uno encontrar especialistas que prefieren a los más peques  y otros que se quedan con los más grandes, pero bueno también hay muchos y me incluyo que atendemos sin ningún reparo cualquier paciente sin importar si acaba de nacer o ya casi va a sacar la cédula.
El acto médico implica muchas cosas y la más importante es la confianza entre la médica y su paciente, bueno en la pediatría no basta con ganar una confianza hay que ganar al menos dos: la del paciente y su familiar, lo cual puede ser más o menos difícil en los más pequeños pero tras cruzar la pubertad suele suceder que lo que sea confiable para los padres despierte desconfianza en los hijos, entonces toca hacer maravillas muchas veces.
Archivo particular.
Por otro lado pasa que al ir creciendo la niña o el niño las consultas pediátricas se van espaciando hasta quedar muchas veces sólo para manejar enfermedades, de tal forma que al inicio de la adolescencia en medio de un sinnúmero de cambios físicos y psíquicos mientras se navega entre dos mares: infantil y adulto, surgen cientos de preguntas, aparecen patologías propias de la edad y otros eventos que sin ser patológicos causan estrés tanto en el muchacho como en la familia. En ese momento se requiere contar con un pediatra de confianza que esté dispuesto a escuchar y a aclarar, y que tenga el conocimiento de la fisiología del adolescente y de las patologías que con más frecuencia lo aquejan.
Siempre le digo a los papás de mis pacientes que la adolescencia empieza a cultivarse desde el embarazo haciendo referencia a la comunicación sobre todo, pero esto aplica también para la pediatra, de tal manera que cuando más lo necesite la muchacha o el muchacho encuentren en su médico un faro.

P.D: las imágenes son una muestra de los lindos dibujos que me han obsequiado  mis pacientes adolescentes!

viernes, 17 de junio de 2016

La primera vacuna es en la barriga de mamá.

Imagen de pixabay.com
La tos ferina (TS) es una enfermedad inmunoprevenible, quiere decir que puede evitarse con el uso de vacunas, pero tras varios años de haber recibido el esquema de vacunación la protección va disminuyendo por lo que los adultos pueden contagiarse, en ellos la TS se comporta de forma menos severa que en la infancia, llegando a confundirse incluso con un "resfriado malcuidado" por lo cual casi nunca se diagnostica, es más es común encontrar personas (médicos incluidos) que piensan que es una enfermedad exclusiva de la infancia cosa que impide que sea diagnosticadas y tratada.

Ustedes se preguntaran: bueno y si no es severa en los adultos, ¿cual es el problema? que ellos pueden infectar a los niños pequeños ya que estos no han recibido aún las dosis necesarias de la vacuna para prevenir la enfermedad. Y a más pequeños sean cuando se contagian más riesgo de complicarse tienen con cosas como: neumonías, convulsiones, encefalopatías, otitis, hematomas cerebrales, estas complicaciones pueden incluso llevarlos a la muerte. Entonces si un tío o una amiga de la familia que tenga la enfermedad y la haya confundido con una alergia o una gripa va a visitar a la bebé es muy probable que la contagie.

Al revisar estadísticas vemos que al 04 de junio de 2016 en Colombia fueron reportados al instituto nacional de salud (INS) 2766 casos de tos ferina de los cuales el 94.7% fueron en menores de 4 años y el 83% en menores de 1 año, lastimosamente el INS no diferencia entre menores y mayores de 6 meses, pero si informa que han sido confirmadas 4 muertes  por dicha enfermedad todas en niños de máximo 2 meses de edad, toda una tragedia.
La vacuna encargada de prevenir la TS es la DPT y viene junto a otras dos en una sola ampolla llamada pentavalente que el gobierno nacional aplica a las niñas y los niños a partir de los 2 meses de vida. Pero la vacunación alcanza su mayor eficacia al cabo de tres dosis (6 meses).

Entonces: ¿de qué forma se puede proteger al bebé de esta enfermedad potencialmente mortal en esa etapa tan temprana?

Es por eso el titulo de esta publicación: la primera vacuna la recibirá a través de su mamá a las 26 semanas de embarazo.
Todas las mujeres embarazadas con 26 semanas de gestación deben ser remitidas a un puesto de vacunación para que de forma COMPLETAMENTE GRATUITA reciban una dosis de la vacuna llamada DPT acelular, y así pueda pasarle a su bebé los anticuerpos necesarios para prevenir la enfermedad mientras empieza a protegerlo su esquema de vacunación.

Si usted está embarazada o conoce a alguien que lo está por favor dele esta información, para que entre todos podamos prevenir una enfermedad tan compleja.

miércoles, 25 de mayo de 2016

Mea culpa.

Archivo particular.
Hoy voy a escribir sobre algo que compartimos todas las mamás: la culpa, claramente en algún momento un papá también sentirá culpa por algo que hizo o dejo de hacer pero ciertamente la culpa está más ligada al genero femenino, empezando porque nos han criado para sentirnos culpables, no olvidemos: "por una mujer entró el pecado al mundo" y muchas otras frases como ésas, así que vamos en todos los ámbitos de nuestra vida sintiendo culpa en mayor o menor grado, pero en ninguno más que en la maternidad.

Voy a empezar contando algo que me pasó ayer.
Al llegar del trabajo encontré a mi hijo de 1 año y 10 meses viendo televisión, a pesar que tiene suficientes juguetes y libros entiendo que de vez en cuando puede ver un par de capítulos de Peppa o uno de Go Diego go, pero la verdad prefiero que no lo haga, así que le apagué el televisor y me dispuse a jugar con el, corrimos por toda la casa con un balón, en un momento se fue con el papá lo suficientemente lejos de mi para patear buscando hacerme un gol, que en efecto me hizo así que para recoger la pelota me doble por la cintura y no me di cuenta que arrancó a correr hacía mi, cuando levanté la cabeza fue muy tarde: con ella golpeé la suya. Vinieron el llanto de el y la culpa mía.
Le puse hielo, le canté canciones, tomó teta y a los pocos minutos ya estaba tirado en su cama "leyendo" un libro. Yo en cambio pensaba: "si lo hubiera dejado viendo televisión no se habría golpeado", pero sabiendo que si lo hubiera dejado viendo televisión habría pensado: "toda la tarde por fuera y cuando regresas no juegas con tu hijo".

En el consultorio todos los días veo por lo menos una expresión de culpa, porque dieron una dosis mal, porque el bebé tiene deposiciones explosivas tras tomas de leche materna muy cortas, porque lo mandaron al colegio y ahora hace muchas gripas o porque no lo han mandado porque temen que haga muchas gripas, y siempre que las identifico trabajo para quitarle a esa mamá semejante carga pero como ven ni las pediatras estamos exentas de ella.

Yo debo agradecer que mi esposo es un tipo maravilloso que me ayuda a ver las cosas en perspectiva y de esa manera puedo manejar mejor el tema, pero hay mamás que no tienen esa ventaja, incluso hay a quienes sus esposos u otros familiares les cumplen la función de cajas de resonancia de la culpa, empeorando aún más la situación.
Lo cierto es que ella seguramente estará siempre ahí, pero debemos empezar a domesticarla, a sacarle provecho: cuando esté haciendo desastres en nuestra cabeza analicemos primero si efectivamente hicimos algo mal, si así fue corrijamos lo que haya que corregir y luego espantemosla, porque vivir con culpa es vivir a medias y la maternidad demanda mucha vida y mucha energía como para desperdiciarlas arrastrando un fardo tan pesado.