viernes, 9 de septiembre de 2016

Recétele un suplemento, por favor.

Imagen tomada de pixabay.com

Esa frase la escucho con frecuencia en mi consulta. No importan edad, estatura, peso, sexo, estrato socio-económico del paciente ni el nivel educativo de los padres, me la dicen varias veces al día, todos los días.
Cuando estudié medicina aprendí que las vitaminas y los minerales son esenciales para el correcto funcionamiento del cuerpo ya que hacen parte de importantes procesos metabólicos, por lo cual debían consumirse de forma suficiente para evitar insuficiencias o deficiencias,  pero también aprendí que con una dieta adecuada no era necesario suplirlos en forma de jarabes, tabletas, suspensiones, ni batidos.
Hoy se que una dieta completa, equilibrada, suficiente y adecuada (CESA) no es tan fácil de suministrar en algunas etapas de la vida, y varias de esas etapas las veo en mi consulta. Es muy frecuente escuchar adultos quejarse que los niños, las niñas o los adolescentes de su familia no se comen todo lo que le sirven, si partimos de la base que en el plato de comida las porciones son acordes a su edad esto significa que probablemente no esté recibiendo las cantidades necesaria de macronutrientes: carbohidratos, grasas y proteinas, pero aún aquellos que se comen todo lo que le sirven en el plato pueden sufrir de déficit de uno o varios micronutrientes: vitaminas y minerales tales como zinc, calcio, hierro.
Es por esto que entidades como el ministerio de salud en Colombia o la organización mundial de la salud han emitido una serie de guías sobre en que edades y circunstancias deben formularse los micronutrientes, aún antes que la niña presente signos o síntomas de alguna deficiencia, porque cuando estos se presentan hace rato que el niño ha venido sufriendo sus consecuencias en una etapa de la vida en que debe invertir buena parte de sus energías en crecer y desarrollarse.
Nada reemplazará una alimentación CESA, y ésta empieza a enseñarse a los hijos cuando aún están en el vientre materno, ya que a según varié la alimentación de la madre así cambiará el sabor del liquido amniótico y su bebé aprenderá a reconocer y a degustar esos sabores, tras el nacimiento esta enseñanza continúa a través de la lactancia materna que también cambiará de sabor y le ayudará a ese lactante a adherirse al tipo de alimentación que la madre come (imagínense que estos dos mecanismos no existieran y aquí en suramerica nacieran niños con deseos de comer peces de los fiordos noruegos), sigue con una adecuada alimentación complementaria que vaya aumentando la consistencia hasta lograr que al año de edad el niño pueda usar la cuchara solo y sea capaz de masticar y tragar casi todo tipo de comida (los frutos secos y cualquier otro alimento que pueda desencadenar un atragantamiento no debe comerlos hasta los 5 años de edad), y se afianza con la distintos tipos de alimentos y sus preparaciones que le presenten a la mesa y que vea comer al resto de la familia. Entonces lo primero es conseguir que el niño coma de forma independiente, que disfrute la comida porque ningún suplemento por maravilloso que se presente podrá reemplazar la elemental y ancestral necesidad de comer.
Logrado esto el pediatra definirá en que momento formular los micronutrientes que el paciente necesite según la etapa que esté atravesando.
Por eso y más es tan importante asistir a los controles pediátricos desde el nacimiento hasta la adolescencia.